D. José Miguel |
Cuentan de un santo sacerdote del sur de España, allá por los comienzos del siglo XX, que reunido con los niños de la catequesis, les preguntó un día por las razones por las que era muy importante ir a misa frecuentemente. Pronto, un niño levantó la mano y exclamó: “porque para quererlo, hay que rozarlo”. (seguir leyendo)
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